Por Brisa Puig
El cierre de las instituciones educativas fue una de las primeras restricciones que determinó el Gobierno nacional para evitar la propagación del virus por covid-19. Sin embargo, una maestra de educación especial no bajó los brazos para seguir enseñando a sus alumnos.
Viviana Minetti es maestra de cuarto grado, de niños con discapacidad en la escuela especial “Crecer” de Luque, Provincia de Córdoba. Luego del comunicado del Estado en que se establecía el inicio de la pandemia, en diálogo con El Aspirante, recordó que lo primero que se le cruzó por la cabeza fue: “¿Qué hago?, ¿Por dónde empiezo?, ¿Cómo sigo? y ¿Cómo puedo organizarme para que ellos puedan tener y cumplir con el derecho a la educación?”.
Luego de unos días, decició romper con la rutina adaptándose al encierro. Para eso, priorizó solo los contenidos más importantes de la planificación anual, abandonó el pizarrón lleno de calendarios con pictogramas y el sistema mano con mano de los talleres de cocina. Y aceptó que cada chico habría de dejar de interactuar con sus compañeros diariamente.
Luego de hacer memoria sobre lo que vivió, se levantó de la mesa, buscó su carpeta y de desplegó miles de hojas blancas acompañadas de dibujos con colores primarios que solo podían transmitir alegría y felicidad. Eran trabajos prácticos de los chicos durante la cuarentena, que de alguna forma u otra, le habían hecho llegar a su hogar. Simultáneamente, detalló que su nueva rutina consiste en que cada lunes, durante la mañana, envía a la familia las actividades planificadas y previamente programadas, para que los chicos las realicen a lo largo de la semana.
La maestra, desde su casa, también se conecta una vez a la semana por video llamada. Contó que se sienta en su escritorio, inicia la reunión e interactúa con los pequeños. Ellos contentos saludan y luego conversan entre todos para sentirse un poco menos lejos, y para no perder la interacción social que tanto practicaban en el aula.
El compromiso y la responsabilidad fueron necesarias en las familias para que la docente pudiera trabajar con los niños. La “Seño vivi”, como todos cariñosamente le dicen, cumplió un rol muy importante para los padres: el de acompañamiento y les brindó confianza para que ellos resolvieran todas las dudas que surgieran.
“Puedo decir que tuvimos resultados muy beneficiosos, voy a terminar el año muy satisfecha. No fue para nada un año perdido”, fueron las palabras con las que concluía la maestra la conversación virtual.
El año aún no finaliza y el esfuerzo aún continúa; por lo tanto, muchas maestras como ella, aún trabajan cada día para poder contener y acompañar a los alumnos y sus familias en estas extraordinarias circunstancias.