Por Milagros Frontané
Gonzalo Valverde tiene 29 años y es estudiante de Ciencias de la Comunicación en la Universidad Nacional de Córdoba (UNC). También es activista por los derechos de las disidencias sexuales y miembro de la Red Argentina de Jóvenes y Adolescentes Positivos (RAJAP). Además participa en la Mesa de Trabajo de VIH de la Provincia de Córdoba, en el Frente Nacional por la Salud de las Personas con VIH y en la Mesa Coordinadora de la Marcha del Orgullo Disidente.
Gonzalo comenzó su militancia en una época bastante convulsiva, cuando el matrimonio igualitario no era legal en el país, conmovido por el asesinato de Pepa Gaitán en 2010 en manos de su padrastro. Un crimen de lesbodio. En esta entrevista Valverde cuenta las vivencias que atraviesa la diversidad sexual durante la cuarentena y cómo la rebelión de Stonewall cambió sus formas de lucha a lo largo del tiempo.
-¿Qué reflexiones te deja la revuelta de Stonewall en un año muy difícil para la diversidad sexual por la pandemia del COVID-19?
-Hay que entender el levantamiento de Stonewall en un contexto marcado en 1969 por muchas movilizaciones sociales y muchos procesos de lucha incluso dentro de Estados Unidos con las “Panteras Negras”, el movimiento hippie, el movimiento pacifista en contra de la guerra de Vietnam. En ese período hubo un resurgir de las luchas, al igual que ocurrió en Argentina con el Cordobazo. El contexto político y social estaba marcado por fuertes movilizaciones a nivel internacional. Más tarde el Neoliberalismo inició el intento de hundir esas luchas y derrotarlas. Tal es el caso de las políticas de Ronald Reagan y Margaret Tatcher que garantizaron esas derrotas. Lo mismo ocurrió en Latinoamérica con las dictaduras militares cuyo propósito era el mismo. En esos tiempos las disidencias sexuales también fuimos perseguidas. Se estima que 400 personas LGBT+ fueron desaparecidas durante la dictadura.
El contexto de pandemia viene a expresar otra situación económica marcada por una crisis social, que perdura hace muchos años. En el levantamiento de Stonewall la protesta fue contra la violencia policial, la represión, el lgbtodio que en cierta forma cambió mucho las formas de organización y movilización a nivel mundial. Pero la violencia, la discriminación, la violación a los derechos humanos, los transfemicidios y los travesticidios que hoy se denuncian más fuertemente siguen existiendo, más allá del país en donde uno viva. La pandemia, por ejemplo, visibilizó la situación laboral que vive la gente trans. El 96% de esas personas según algunos estudios se dedican al trabajo sexual, entonces, en épocas de cuarentena y distanciamiento social preventivo y obligatorio no pueden ejercer el trabajo sexual, y se encuentran nuevamente frente a la violencia policial o no comen. O cobran un IFE insuficiente de 10 mil pesos con el que nadie sobrevive. La violencia policial se recrudeció en estos últimos tiempos y las situaciones de desigualdad estructurales siguen existiendo.
-El VIH también fue una pandemia en los ochentas y los homosexuales fueron el blanco de la discriminación, ¿has vivido situaciones de exclusión y estigma?
-Hoy hay situaciones de estigma y discriminación que se siguen viviendo; pero ya no es lo mismo que en los ochentas. En esa época las situaciones de rechazo social eran mucho más terribles en comparación con hoy que hay un poco más de información producto de los avances científicos, médicos y también gran parte debido al activismo y la lucha de las personas seropositivas que avanzaron en conquistas. Tal el caso del acceso a la medicación gratuita y la Ley Nacional de Sida en los noventas. Además, el VIH ya no es una condena a muerte porque podemos tener mejor calidad de vida.
Muchas veces se desconoce cómo es hoy vivir con VIH y hasta se sigue creyendo que es un virus que afecta a determinadas poblaciones en concreto como los homosexuales, las trans, los usuarios de droga, entre otros. Después hay situaciones de mayor rechazo y discriminación a nivel institucional a la hora de buscar un trabajo, para acceder a la educación, a la salud bucal. Te preguntan si tenes VIH y si es así no te quieren atender. O a la hora de buscar un vinculo sexoafectivo donde producto de este desconocimiento y discriminación nos encontramos con los rechazos y los miedos. Esas son algunas de las formas y hay otras actuales como la violación a la confidencialidad de diagnóstico. Solo una persona que vive con VIH puede decidir a quién, cómo, cuándo y dónde decirlo. Pero quedó desde los años ochentas, el decir públicamente quién tiene el virus y eso también se vive ahora con la pandemia del coronavirus para estigmatizar a la gente. También se ve en expresiones lingüísticas. El año pasado estábamos reclamando por faltantes de medicamentos y me avisaron que el medio “El Doce” se refirió a nosotros como “enfermos de sida”. Nos generó mucha bronca y fui a hacer la denuncia al INADI. Además, mucho tiene que ver con la falta de Educación Sexual Integral (ESI).
-Actualmente, ¿existen casos en los que las personas del colectivo LGBT+ se vean obligadas a abandonar sus hogares por homodio, maltrato o rechazo familiar?
-Conozco casos aislados, por ejemplo en de un pibe que lo echaron de la casa por ser homosexual y busca solidaridad, y el de una pareja gay que los echaron de donde estaban viviendo con mucho hostigamiento y persecución, pero no tanto por su orientación sexual como por su situación económica. Producto de la crisis, la pandemia, las medidas de aislamiento y la falta de ingresos económicos no pueden pagar el alquiler, la comida y todos los servicios. Después la situación que comentaban las y los compañeros trans que quedaron en la misma. Actualmente existen expulsiones familiares que no son tan frecuente, por suerte. Más que nada en personas gays o lesbianas. Esto también fue producto de años de visibilizacion y de lucha, del cambio social que generó la Ley de matrimonio igualitario, en las leyes, porque cada vez hay más apoyo social al colectivo disidente que hacen que este tipo de actitudes totalmente homodiantes que quedó como resabio de los ochentas y de los novenas. Incluso en la época de Stonewall, era bastante común. Hoy en día ya no tienen tanto lugar. Son sectores minoritarios de la derecha más concentrada y eclesiástica que tienen este tipo de prácticas que en estos tiempos suenan hasta ridículas, pero que pueden suceder en provincias más conservadoras donde la iglesia tiene más peso. Es muy difícil saber un porcentaje porque no hay estadísticas.
Algo que también se viene problematizando mucho tiene que ver con las infancias trans por la imposición del binarismo “hombre-mujer”. Las vivencias de esas infancias son totalmente vulneradas e invisibilizadas. Elles si sufren muchas situaciones de rechazo. El caso de las personas trans es más fuerte en cuanto a la expulsión familiar.
-A 51 años de Stonewall, ¿qué significó para vos haber presenciado un ataque de odio hacia las disidencias en el Parque Sarmiento durante el Día del Orgullo?
-Para mí fue fuerte. A muchos nos llenó de bronca. Yo estaba en mi casa y desde la Mesa de la Marcha del Orgullo nos llegaron convocatorias y fotos del lugar avisando que “los antiderechos” se estaban concentrando y organizando para bajar la bandera. Yo no me pude quedar en mi casa de brazos cruzados así que estuve ahí en el Parque desde las cuatro o cinco de la tarde y me sorprendió y alegró ver cómo hay sectores de las disidencias que pese acordar o no acordar políticamente con los representantes del municipio, estábamos ahí para defender nuestra bandera, por nuestras luchas, mucho más allá de una bandera, por la visibilidad y por lo que es el orgullo y por la violencia de estos sectores. Se vio el golpe con una cadena que se le dio a una compañera, los discursos, los golpes que iban y venían. Todo un discurso violento. Hasta llegar a decirnos “putos”; pero nosotros nos reímos.
Una de las cosas que tiene la comunidad LGB+ es el humor como respuesta también. El orgullo es una respuesta política. Así como bailarles en la cara haciendo voguing o distintas formas de expresión artística. Después quedó la bronca y la indignación. Yo me acordaba en ese momento y ese día que no había visto una concentración de antiderechos desde el matrimonio igualitario.
-¿Algo como un falso patriotismo?
-Sí. Fueron con discursos de odio que no iban contra una bandera, sino contra una avanzada que viene habiendo en conquista de derechos y visibilización en apoyo social. En algún sentido los sectores estos de derecha contra la bandera del orgullo quedaron en minoría porque la mayoría de la sociedad salió a apoyarnos.
-¿Y cómo actuó la policía ante ese enfrentamiento?
-En un primer momento no estaban. Ellos llegaron cerca de las seis de la tarde y lo que hicieron fue poner un cordón que dividía a los sectores “antiderechos” y a las disidencias con el acompañamiento de gente que se acercaba. La policía siempre miraba de cara al sector disidente como si nosotros fuéramos los violentos. Les dijimos que estaban cometiendo un acto ilegal, que finalmente lo lograron, que fue bajar la bandera y rompieron la placa conmemorativa que había en ese lugar puesto por la Municipalidad. Por suerte no hubo represión. Estaban ahí dividiendo a los dos bandos y sin hacer absolutamente nada frente a los discursos de odio. Se veía a la policía muy abrazada y amiga de “los antiderechos”. Eso no me sorprendió.
-¿Cómo pensás a Stonewall hoy con respecto a los setenta después de este hecho?
-La relación de fuerzas cambió. Antes estos sectores conservadores y reaccionarios, tanto en los setentas, como en los ochentas y en los noventas tenían más hegemonía a nivel social, más apoyo y sustento para que sus discursos de odio pudieran decirse libremente. Hoy en día no lo pueden decir. La contrahegemonía que hicimos las disidencias sexuales es mucho más fuerte y conquistamos más apoyo social. No es que la pelea está finalmente ganada y que conquistamos una sociedad con igualdad de derechos, que somos libres y podemos vivir la sexualidad como queremos. Pero tenemos más hegemonía.
-Teniendo en cuenta la realidad que atraviesan, ¿cuál es tu postura sobre las publicidades de empresas a favor de la comunidad LGBT+?
-No solo las empresas, sino el cine, el arte y la cultura también han visibilizado a las disidencias. Eso no se había visto antes. Een particular, se ve en las series de Netflix. Yo lo tomo como una conquista y algo necesario, como algo por lo que venimos luchando también hace muchos años, que es la visibilización, porque genera que se pueda representar en la sociedad
otras formas de vivir la sexualidad por fuera de la cisheteronorma. Pero, es una conquista contra la propia industria y el propio capitalismo que tiene que readaptarse a todas estas nuevas vivencias, nuevas historias y nuevas luchas producto de las mismas. En ese sentido, la industria toma lo que es más disidente y lo incorpora para poder seguir vendiendo productos, creando un nicho de mercado que es el pink washing, mostrándose más abiertos, inclusivos y tolerantes. Sin embargo, en verdad, no resuelve nada, porque el problema es el mismo sistema capitalista. No podemos vivir nuestra sexualidad libremente si vivimos de forma precarizada, sin trabajo estable y sin llegar a fin de mes. Sí lo critico y lo cuestiono, pero en parte está bueno. Sí les cuestionaría a esas empresas, por ejemplo, cuántas personas trans tienen trabajando. Además, algo reivindicable que tiene el Frente de Liberación Homosexual (FLH) de Argentina, el Frente de Acción Revolucionaria Francés (FAR) y muchas organizaciones de los setentas y los ochentas fue ese carácter revolucionario de posicionarse no solamente como disidente contra la norma cisheterosexual, sino contra el capitalismo.