Una secuela inesperada de la pandemia fue la invasión de bicicletas en las calles. De lunes a viernes, mujeres y varones toman rumbo a sus trabajos. Los fines de semana las salidas en la ciudad se llenan de pelotones de ciclistas. En este contexto, invitamos a dialogar a Adrián Cena, activista de la movilidad sustentable y ex funcionario de tránsito de la ciudad de Córdoba.
-En primer lugar, ¿tiene una mejor forma de definirse?
–Soy básicamente un ciclista urbano de toda la vida y un ciudadano interesado y apasionado por su ciudad. Por ello en distintos momentos de mi vida participé en grupos, asociaciones, en política partidaria. En materia de movilidad intervine desde la ciudadanía, hace unos años desde Biciurbanos y desde el 2016 desde “Argentina en Bici“. De ese nucleamiento de asociaciones a favor de la movilidad sustentable soy cofundador. También tuve la suerte, porque no es una oportunidad que se da siempre, de ser convocado de 2016 a 2019 para hacerme cargo del tránsito de la ciudad de Córdoba. Ocupándome de educación vial, seguridad vial y luego a cargo de la subsecretaría, que es el máximo organismo en la ciudad. Así traté de incidir en los distintos espacios donde me ha tocado desempeñarme para mejorar la calidad de vida de todos los cordobeses y la mía en particular. Porque tratar de vivir mejor es tratar de hacer vivir mejor a los demás. O una definición más corta: Soy un ciudadano de a pie y me identifica un profundo amor por mi ciudad.
–En su rol de funcionario tuvo oportunidades y me imagino que también dificultades. ¿Qué puede contarnos?
–En primer lugar quiero aclarar, no estuve nunca a cargo de movilidad sustentable como responsabilidad primaria. Estuve a cargo de un centro de capacitación de transporte y tránsito, educación vial y seguridad vial. Luego la Subsecretaría de tránsito de la que depende la Dirección de tránsito y policía municipal. Pero si tenía en mi cabeza la responsabilidad de acercar al intendente o al concejo deliberante todos los proyectos a favor de la movilidad sustentable. Para mí era sumamente importante porque tienen que ver con la realidad que yo vivo como usuario; y que, como activista, también he vivido y que, al conocerla, implicaba tener una responsabilidad mayor. Sin embargo, la dificultad más grande que tuve fue la falta de ejecución de presupuesto. Trabajamos siete meses en un proyecto integral de movilidad, se presentó en el Ministerio de transporte a nivel nacional y no tuvimos éxito. El entonces ministro Guillermo Dietrich asignó partidas presupuestarias que nunca se ejecutaron. Pasaron dos años esperando y lo asumí como un fracaso personal. Sin presupuesto busqué formas de hacer incorporar el “modo bici” en todos los proyectos de la municipalidad. De esta forma se lograron algunas obras: la bicisenda de Avenida Spilimbergo y la ciclovía de Altolaguirre, entre otras.
-Justamente por estos antecedentes queremos hacerle una consulta respecto a la actualidad que estamos viviendo a partir de marzo. Puntualmente saber si el crecimiento exponencial del uso de la bicicleta a partir de la pandemia, es una nueva normalidad o sólo una moda.
–En general todos los fenómenos que tienen que ver con la movilidad son multifactoriales. En este caso tienen una tremenda incidencia dos factores derivados de la pandemia: las políticas de aislamiento y la decisión individual de buscar alternativas de movilidad individuales. Un factor, el más importante, vino de parte del Estado. En todo el mundo la política de aislamiento social llevó consigo la anulación de todos los sistemas de transporte público de pasajeros. Dejándolo cuando mucho para los pasajeros que desarrollaban tareas esenciales, es decir vinculados a la salud, a la seguridad. Particularmente en nuestra ciudad pasamos meses sin transporte público y a nivel provincial nueve meses sin transporte interurbano.
El otro factor corre por el lado de los usuarios. Se inclinaron a salir a la calle en bicicleta como un claro reflejo de esta sensación de seguridad que da el salir en dos ruedas puesto que no se comparte un vehículo con nadie. Andar solo hace que uno se sienta muy seguro. Puesto que, cuando mucho, con un barbijo, andando en bicicleta, uno está lejos del resto de los actores de la vía pública. Y se puede desplazar en distancias de hasta siete kilómetros en viajes de media hora cuando mucho. Seguro si se eligen calles seguras y sano sin peligro de contagio. Muchos tienen el recuerdo agobiante de no saber el horario del colectivo y luego ir apretados cuando llegaba. Por eso digo, hay que buscar alternativas nuevas y en este caso, como siempre, es la ciudadanía la que va a la vanguardia. Tomando la calle a pie o en bicicleta. Luego vendrá el Estado por atrás tomando medidas que remedien o mejoren las condiciones, como lo son estas ciclovías emergentes. Para cerrar, la pandemia ha sido fundamental este año en todo el mundo y yo creo que la bicicleta llegó para quedarse.
–Está muy seguro con esa frase…
– Experimentos como “30 días en bici” que consisten en invitar a la ciudadanía a subirse a la bici por “tantos días” genera un cambio de hábitos. Está demostrado que entre el 30 y el 35 % de las personas que toman ese experimento, es decir, que se bajan del auto y se suben a la bici, o que se bajan del bondi y se suben a la bici, ya la toman para toda la vida, o al menos, para los próximos años. Esto sucedió, de forma obligatoria, con la supresión del transporte público.
–Por último, para consolidar estos procesos. ¿Es más determinante la presión de la sociedad civil o la decisión política de los gobernantes?
–Acá está claro que la ciudadanía es lo primero. En todo el mundo se apropia de la vía pública y la usa para caminar, o para pedalear, o para andar en moto. Cambia el modo de movilidad y comienza a desplazarse de una nueva forma. Promovido por circunstancias que le son ajenas: ya sea la pandemia o la baja calidad de servicio de transporte público. Luego viene el Estado acompañando y mejorando las condiciones. Hay una frase de los urbanistas : “building and they came” (construye y ellos vendrán). Los criollos en el campo dicen: si quieres que vengan pajaritos, tirá miga. Es decir, si se hace la infraestructura, las personas van a usarla. Por ejemplo cuando trabajamos desde ABi y con Biciurbanos en los relevamientos de la demanda de estacionamientos insatisfecho. Nos dispusimos una estrategia de sacar fotos a las bicicletas que estaban atadas en distintos lugares de la ciudad: en postes, en árboles, en semáforos. A partir de esa información de los usuarios se instalaron bicicleteros para 600 bicicletas en la ciudad de Córdoba. Hoy se usan y partió de la demanda de los usuarios interpretada por el Estado.
–¿Considera que esta nueva gestión tiene para avanzar?
–Dejamos un informe de transición con el proyecto de movilidad y en la Subsecretaría de tránsito trabaja actualmente el Ingeniero Juan Carlos Carda. Para quien no lo conoce fue el artífice del plan de ciclovías allá por 1995 en la gestión de Rubén Martí. Por lo tanto si la decisión política se toma, hay dentro de la gestión personas con profundo conocimiento del tema. La reflexión de Adrián nos deja la esperanza de una Córdoba amigable con la bicicleta. Dependerá de toda la sociedad que esto se logre.